A la inversa de las obras enmarcadas dentro del realismo mágico --en el que lo inédito cobra la verosimilitud de la cotidianidad--, en la narrativa firmada por Daína Chaviano (La Habana, 1957) se parte de “lo conocido para llegar a lo extraño”. Una eficaz estrategia que transforma en posible todo aquello imposible, a ojos incluso de los más incrédulos. Con Los hijos de la Diosa Huracán, la que es considerada una de las tres autoras más importantes de la literatura fantástica y de ciencia ficción en español --junto a Angélica Gorodischer y Elia Barceló--, se adentra en el thriller sin sacrificar su característica mezcla de géneros. Historia, política, aventura y mitología redondean la historia de dos mujeres enlazadas por un enigmático legado.
“Me puse como desafío ir en contra de la corriente del género, introducir un elemento sobrenatural en un campo como el del suspense, siempre tan lógico y racional --arranca la escritora--. Tratándose además de los mitos indocubanos, la espiritualidad no podía quedar fuera”. Chaviano, amante de las culturas primitivas, se implicó durante más de diez años en la preparación de la novela. Entre otros motivos, por su profuso estudio sobre el pueblo taíno, los primeros habitantes que encontraron los españoles cuando descubrieron América y que, entre otras islas, ocupaban Cuba, a la que Colón denominaría Isla Juana. “Las más recientes investigaciones arqueológicas y etnológicas han arrojado luz sobre esta cultura. Lo que me dibujaron en la escuela era mucho más arcaico.[...]
Para la autora, la respuesta de lo que somos radica en los orígenes espirituales, culturales y biológicos. Su convencimiento de la memoria genética la animó hace cuatro meses a realizarse una prueba de ADN para bucear en sus raíces prehistóricas. Si años atrás había descubierto la ascendencia asturiana de parte de su familia, el análisis le vino a confirmar su conexión con los celtas --sus idolatrados celtas--. La muestra confirmó trazos de la Península, Irlanda, Gales… También de los Balcanes o Marruecos.
Pero estos porcentajes no le resultaron tan inesperados como su contundente cepa indígena. “Es como el llamado de la sangre. Estaba en esta novela, que habla de orígenes, y no lo sabía. De repente es casi un presentimiento”, expone la escritora.